
Tenía quince años cuando nos conocimos, diecisiete cuando empezamos a ser amigas íntimas.
Recuerdo especialmente y con cariño el verano en que mi hermana se fue de viaje a Perú y me dejó las llaves de su piso. yo acababa de romper mi relación con Sergio, mejor dicho, él me había dejado y ese piso se convirtió en una especie de fortaleza donde tu, Cisco, Manolo y yo(tb Dani a veces)pasamos muchas noches de aquel verano del 2000. Érais, en verdad, más amigos de mi reciente exnovio que míos. Al menos a él le conocíais de antes, pero la amistad surgió entre todos nosotros y os convertisteis en mi mejor apoyo. Ytu en mi mejor amiga. Cómo no recordar tu risa, tu resplandeciente sonrisa y aquéllos picnics que hacíamos algunos domingos en el Parc Nou. Volvíamos a casa siempre cantando. Porque te encantaba cantar. Tenías la capacidad de aparecer por mi casa, siempre de manera inesperada, justo cuando yo estaba apunto de ver una película. Unos días antes de aquella maldita mañana viniste a mi casa. Esta vez habíamos quedado, era martes y pedimos unas pizzas para cenar. Nos reimos como nunca y hablamos coo siempre. Sobretodo de los chicos del grupo. Ah! Los chicos!
Tres días después, el viernes a las 11 de la mañana, Dani me llamó al móvil. Me contó que habías muerto. Una muerte súbita, de imprevisto, en tu casa, la noche anterior. Las moiras no perdonan una sonrisa como la tuya y nos la arrebataron. Los chicos me esperaban debajo de casa. Habían venido todos a buscarme para ir esa tarde al tanatorio. lllamé al trabajo(trabajaba en FNAC) para decir que esa tarde no iba a ir. Mi jefe me dijo que me tomara unos días libres.
Lo que siguió a esa llamada fue una pesadilla terrible. aquella tarde en el tanatorio, haber tenido que verte dentro de una caja y tras un cristal es lo más duro(aunq no lo único) que me haya pasado nunca.
me repetía la misma frase que todos se dicen en un lugar así, la reacción más común ante la inesperada visita de la parca. yo tenía 21 años y solo podía pensar: no puede ser, si estuvo en mi casa el martes, estuvimos riendo hasta que nos dolió el estómago. han pasado siete años desde aquel maldito trece de mayo. Por eso esto es una herida abierta, la carta que jamás hubiera querido tener que escribir. Hoy ya tengo veintiocho años. No se qué pensarías de mi y de mi vida ahora. ya tengo veintiocho años y tu tendrás veintidós para siempre. Si en el cielo tenéis internet, espero que te guste mi pequeño homenaje.