jueves, 23 de febrero de 2012

Isla

Soy una isla. Estoy hecha de arena y viento. El mar me rodea. Poca gente se atreve a visitarme. Tengo un habitante/inquilino que viene y va, aunque en esencia, siempre está. Por lo demás, todo está desierto, no hay turistas ni gente tomando el sol en mis playas. Mezco mi tierra al son que marca el océano a mi alrededor. Yo, que he sido península, huracán, mujer, incluso, continente, ahora... soy una isla. Naufragará la vida en mis orillas? Para llegar a tierra firme, tendría que dejar de ser quién soy, una isla perdida en medio de la nada. Pero soy isla. Mujer, también, aunque sólo sea una en proceso de construcción. Sopla el viento. Parece que hoy las aguas estan embravecidas.

6 comentarios:

  1. Soy mujer, también una isla...lo malo de todo esto es que ya no soy un proyecto..pero me gusta como he quedado.....
    Y mis aguas. como las tuyas de vez en cuando,también están embravecidas...y sabes lo que he descubierto? que vengo a leer por aquí, por allí y me calmo....me sosiego al leer que no soy una isla solitaria. Estoy en un archipiélago de un mundo increíble, mágico y el mas grande que nadie pudiera soñar.

    Gracias Penny. Otra vez has acertado,y me identifico.Me reflejo. Me ayudas.

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  2. Tus palabras son tan perfectas, tan exactamente precisas para describir mi sentimiento algunas veces, que causa escalofríos...

    ENHORABUENA MARTA!!

    Cada día escribes mejor!!!

    R

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  3. Eres un planeta que lo contiene todo, continentes, archipiélagos,islas diminutas que en su soledad, rodeada de la vorágine del mar, constituye en si un universo de matices y colores diversos.Eres una mujer de amplias playas donde el sol funde los metales de los cuerpos, donde las huellas del destino pisan arenas que el mar renueva.Eres Marta con la voz al viento, sin necesidad de escalas para llegar al corazón, para aplacar la tormenta del tiempo.

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  4. Eres, somos todos, parte de una gigantesca maquinaria inconcebiblemente grande y compleja. Una maquinaria que nos obliga a veces hacer cosas que no nos gustan y tratar gente que no nos interesa. En esos momentos queremos abandonar nuestro puesto y aislarnos de todo: ser islas. Pero es nuestra imaginación la que se aisla, no nosotros; seguimos ocupando el mismo lugar en el engranaje y la maquinaria sigue su curso inexorable.


    Y cuando nuestra imaginación se cansa de ser isla y decidimos que es hora de volver a nuestro lugar, junto a las otras piezas del engranaje que nos son familiares y queridas, soñamos un largo viaje de retorno que no es más que abrir los ojos.

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Deshoja la rosa